viernes, 16 de noviembre de 2012

De cotidiano a trágico



Siempre admiré, en el buen sentido, a aquellos que tienen la virtud de relatar un hecho de la vida diaria, común y corriente y convertirlo en un relato histriónico, poético y hasta romántico.
Distinto es aquel que, de un hecho simple y cotidiano, hace una tragedia de la cual, además, pretende un rédito económico descomunal.
Entre las muchas cosas que los abogados hacemos, porque realmente somos versátiles, está la de contestar demandas, estar en juicio, defender intereses propios y ajenos, y por qué no y por sobre todas las cosas, intentar llegar a la verdad y contribuir a que se cumpla el principio general según el cual la justicia es dar a cada uno lo que le corresponde.
Esta es la historia de un señor que, desde hace unos 15 años, trabaja como encargado de un edificio de departamentos de unos cinco o seis pisos.
En este caso, vale aclarar, yo estoy del lado de la compañía de seguros a la que el encargado de edificio y el delincuente del abogado le quieren sacar una suma de dinero de seis cifras.
Empiezo a leer la demanda y luego de un paneo general de las condiciones personales y familiares del encargado en cuestión, el abogado relata las pésimas condiciones de trabajo y tareas casi esclavas a las que el Consorcio de Propietarios de la Ciudad de Buenos Aires, sometía al pobre señor.
Primer asombro: el señor trabajaba 24 horas al día, porque siempre tenía que estar sometido a las llamadas de los vecinos que podían haber perdido la llave.
Segundo asombro: el señor tenía que limpiar la vereda del edificio. Para eso, tenía que cargar agua en un balde y agacharse para ponerlo debajo de la canilla, cargarlo y agacharse nuevamente para tirar el agua en la vereda.
Tercer asombro: el señor tenía que ir hasta la cochera del edificio y revisar que el termotanque del edificio estuviera prendido. Para eso, tenía que agacharse y doblar la columna.
Todas estas tareas, le produjeron un daño irreparable en la espina dorsal y una modificación de la vida diaria, de modo que casi no puede sentarse en el inodoro sin sentir dolor.
Esto no es joda, señores. Es exacto como lo relato.
La demanda continúa. El señor tenía que barrer. La posición de agarrar la escoba es una postura viciosa, que le acarreó mayor daño a su espalda y cintura.
Como el señor no estaba conforme con semejante esclavitud, también tenía que cambiar alguna bombita, en un pasillo o en el hall de entrada. Para eso, tenía que extender de modo extremo sus miembros superiores (en mi barrio se le llaman los brazos) y a veces, incluso si no llegaba, tenía que subirse a un banquito y en ese caso el Consorcio de Propietarios no le proporcionaba ningún arnés ni soga de seguridad.
Yo entiendo que a veces uno intente agrandar los padecimientos, entiendo que algunas personas pueden ser hipocondríacas, pero no será un poco mucho?????????????.-

viernes, 9 de noviembre de 2012

Hay necesidad?


Como ya les he contado en este blog, yo tengo un problema con el radar que categoriza clientes. Pero, más allá todavía, tengo una incapacidad total para medir hasta dónde el cliente que supe conseguir, se va a extralimitar en su comportamiento. Dicho en modo más coloquial, no puedo catalogar hasta dónde el tipo va a meter la pata, desbarrancar el juicio o convertirme en el hazme reir del tribunal o del abogado contrario.-
Y si hay algo que detesto sinceramente, es ver cuando el abogado que tengo en contra empieza a preparar el cuchillo y el tenedor para comerme de almuerzo.-
No podía ser de otro modo, los que dieron la nota son los tortolitos M y G.
La audiencia en el juicio de desalojo fue poco menos que catastrófica. El juez, que no tiene mi problema con esto de categorizar clientes, los caló al vuelo.-
-“Muchachos, esto está clarito. No voy a entrar en el jueguito de los testigos, las chicanas ni nada. En dos semanas, el 7 de noviembre, el contrato hubiera llegado a su fin. Fin del contrato, fin de la avivada. Les aconsejo que se pongan de acuerdo entre los abogados para entregar el departamento y “taza taza, cada uno para su casa. Si el 7 no está vacío, no me tiembla la mano en mandar al Oficial de Justicia a desalojar”-
Muy bien. Mensaje receptado. Sobraban las palabras. No había nada más que explicar.
Claro está, los tórtolos no entendieron lo mismo. Salimos. Se paran a los cinco metros y uno me pregunta: -“Y entonces en qué quedamos?”-
-“Cómo en qué quedamos??????????????? Vos me estás cargando????. Quedamos en que se terminó, the end, c´est fini, CHAU!!! Se van en una semanita.-
-“Qué?. En la audiencia en la que estuve, eso no se dijo”-
Mi capacidad de inmolación está absolutamente colmada, llena, desbordada. Decidí relajarme y que fuera lo que el Juez quisiera.
En esa relajación yo estaba cuando ayer, cinco días más tarde, me llama el abogado del dueño del departamento para ver a qué hora del día 7 le entregaría las llaves.
Para ser suave y políticamente correcta, pero sin rodeos, le expliqué que mis clientes no habían entendido un soto y que hiciera lo que le pareciera que era mejor para que su cliente recuperara el departamento que estos dos animales venían usando de arriba desde hacía más de un año.
-“Uy doctora, qué contrariedad! Porque sabe qué sucede?. Que ahora tenemos más problemas en el edificio con sus clientes”-
-“Más todavía?. No doctor. Eso no es posible”-
-“Síiiiii, claro que es posible. A sus clientes se les ha dado ahora por andar desnudos deambulando por el edificio y exhibiéndose a los vecinos. Desde hace días se meten en el ascensor o en los descansos de la escalera y se les plantan así a todos, como Dios los trajo al mundo. Hay necesidad doctora??? “-
Y así fue como empecé a buscar un pozo donde tirarme.-

lunes, 5 de noviembre de 2012

Las hermanas macana. Parte 2


Cuando uno acepta representar en un juicio o divorciar a un amigo, pariente o pariente “por adopción” sabe que determinados límites siempre se terminan corriendo.
Es común decir: “te inicié el divorcio. No me acuerdo donde cayó. Me fijo y te aviso. Tuve unos gastos. Cuando tengas, avisame y cuando nos vemos en el cumpleaños de fulano me la das o la paso a buscar en cualquier momento.”
Con el resto de los clientes, uno tiene siempre la formalidad de mandar el presupuesto o la previsión, esperar la conformidad y cuando el dinero llega, hace el pago.
Se imaginarán que MC está siempre en el primer grupo. El de los límites difusos.
Así fue como iniciamos el divorcio. Primero pagué, después se lo inicié y no me acuerdo en qué cumpleaños, le avisé.
-“Ahhh, había que pagar?”-
-“Y, a vos qué te parece?”-
-“Bueno bueno, no hay problema. En unos días te hago una transferencia”.-
-“Genial nena. Sin apuro”-
Pasaron pocos días, eso es justo decirlo.
Me llama. –“En diez minutos, salgo para hacer unos trámites y de camino te hago el depósito”-
-“Perfecto, MC.”-
Pasa una hora más o menos. Suena el teléfono. Miro: MC.
-“Oíme, no te pude hacer el depósito. Porque justo cuando estaba de camino al banco, pasé por un negocio, ví una cartera que M E   E N C A N T Ó!!! y como la única guita que tenía encima era la tuya, me la gasté en la cartera. No hay drama no?. En cuanto cobre el mes que viene te juro que lo primero que hago es separar lo tuyo y lo deposito”-
Como honesta, es honesta. Nada de mentir ni disfrazar el cuento. Se la patinó nomás.
-“Y, qué le vamos a hacer. Es lo que hay. La próxima vez, te pido por favor. Si ves una zapatería, cruzá de vereda”-