jueves, 22 de octubre de 2015

Que pase el que sigue.



La vida abogadoril tiene algo de azar. Los resultados que uno alcanza no siempre son mérito o catástrofe propia. Hay miles de factores, planetas y personas que confluyen en una misma situaciòn.- 
Mentiría si dijera que no tengo nostalgia por algunos clientes que perdí. Porque uno los aprende a querer. Todo viene de romance pero un buen día, te cae una sentencia para atràs y pasaste de ser su salvadora y fuente de consulta a ser la peor abogaducha que pudo habérsele parado en frente.-
En la locura de todos los días, uno ama su profesiòn. Pero qué abogado podría confesar que nunca, nunca ni en sueños, dictaminó: "después de esto, largo la profesiòn y me pongo un bar".-
Yo soy una.
Una de las hermanas macana, MF,  y yo vivíamos en el mismo edificio. La juventud nos tenía llenas de  una energía que hoy no tenemos o por lo menos, direccionamos para otros puntos cardinales. Las reuniones de consorcio eran batallas campales, de modo que teníamos el mote de: "esas dos abogaditas quilomberas". 
Yo creo que en el fondo, todas lo seguimos siendo para ya más calmadas. Es entonces cuando empezás a mirar para atrás con nostalgia.-
La primera vez que pensé en abandonar la profesiòn, dicho bien en voz alta, llorando y ante un Fiscal, fue cuando desalojaron a una pobre viejita de la casa en la que había vivido, criado a sus hijos y llorado su viudez. Se ve que no lo conmoví  demasiado porque a la mujer la puso de patitas en la calle y a mí me aconsejó hacerme tratar por un psicólogo para encontrar mi vocaciòn.-
La siguiente vez, ya fue unos años más tarde. SP era un cliente de esos con los que te llevás bien. Teníamos dos o tres juicios que estaban más o menos bajo control hasta que se descontrolaron. Remontar uno de esos juicios fue como dejar la vida. No sólo batallaba con él. También batallaba esporádicamente con el padre. Noches despierta, pilas de papeles, ríos de tinta, embargo de casa en un country,  auto, cuentas de banco vacías y  creo que un par de años más tarde y varias puteadas encima, todo se tradujo en recuperar algo de plata. También juré abandonar la profesiòn.-
Después de este episodio, me tomé un impasse en mi crisis profesional. Había que pagar la casa, viajar, hacer el famoso master y vivir. No me podía dar el lujo de replanteos.-
Los años traen arrugas y sabiduría. 
Sigo penando si pierdo algún cliente, llevo en mi memoria los buenos recuerdos de los que siguieron su camino pero me volví mucho más práctica y aprendo de los errores. Que pase el que sigue y a facturar. 

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