viernes, 17 de noviembre de 2017

La practicidad ante todo.


Ser eficiente es una cualidad de unos pocos. No sé si podría calificarme de eficiente, pero tengo pequeños logros que me dejarían colgarme un par de medallas.-
Cuando era más joven y no necesitaba tanto tuneo, ir a la peluquería era un mimo al que raramente renunciaba. Salir como nueva y haberme tomado infinitas tazas de café con las revistas de chimentos, eran un recreo, secreto, pero  reconfortante.
Con el tiempo, el pelo necesitó cada vez más atención y yo, tenía cada vez menos tiempo. Empecé a echar mano a cualquier recurso. Algunas veces iba, otras me pintaba el pelo yo sola, otras me lo pintaba una amiga.... otras tantas se veían las canas.-
Resolviendo ese dilema estaba, cuando aterrizó en el edificio de mi oficina, un peluquero. Caso digno de estudio. Un colorista que decide irse de una peluquería, se alquila una oficina en pleno centro y se trae con él a todas las clientas de su anterior jefe.
No tiene local a la calle, no factura, no cobra con tarjeta, no paga impuestos y tiene fila de mujeres que esperan que las atienda. Y, por sobre todo, no debe expensas. Le pasa el trapo a todos los abogados y contadores que pueblan este nosocomio.-
Tal sería el movimiento que tiene el edificio,  que el del piso de abajo, subió un día pensando que era una cueva....
Subí un día a verlo y ví que no solo estaba lleno de gente, sino que era rápido como un jet. No había ni café ni revistas, pero cuesta la mitad que una peluquería a la calle, y tarda un tercio del tiempo que una peluquería normal.
La experiencia no fue más que perfeccionándose. Empecé subiendo y esperaba. Después subía y si había mucha gente, volvía a trabajar un rato y regresaba. Hace un tiempo, la señora de seguridad de la planta baja, iba contando la cantidad de personas que entraban y cuando estaba despejado, me avisaba.-
Ayer el sistema tocó su cima. Tenía el tic tac corriéndome para que un cliente viniera a retirar un contrato al mediodía, pero mi pelo no podía más. Literalmente. La señora de planta baja ya a la mañana me dijo: -"Dra., ese pelo no puede más. En cuanto se despeje arriba, le aviso y va sin demora".
Al mediodía me llama, que me apure, que termina el horario del almuerzo y las mujeres llegan como hormigas..... Pero yo tenía que terminar el laburo, porque si no, no pago la peluquería. Es un círculo virtuoso...
Acá es cuando me cuelgo la medalla. 
Subí y le pedí que me pintara el pelo. Asi como estaba, me ató bien la capa esa de peluqueros, la toalla y bajé raudamente a trabajar en mi escritorio. 
-"Subí en cuarenta minutos sin demora nena. Te hablo en serio. Te pasás y la cabeza te queda verde. No jodas."
Cuarenta minutos más tarde con el contrato listo, e impreso, subí por la escalera. El vecino del piso de arriba me miró como si necesitara internarme en breve.
Encontré la fórmula perfecta.



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