Cuando uno acepta representar en
un juicio o divorciar a un amigo, pariente o pariente “por adopción” sabe que
determinados límites siempre se terminan corriendo.
Es común decir: “te inicié el
divorcio. No me acuerdo donde cayó. Me fijo y te aviso. Tuve unos gastos. Cuando
tengas, avisame y cuando nos vemos en el cumpleaños de fulano me la das o la
paso a buscar en cualquier momento.”
Con el resto de los clientes, uno
tiene siempre la formalidad de mandar el presupuesto o la previsión, esperar la
conformidad y cuando el dinero llega, hace el pago.
Se imaginarán que MC está siempre
en el primer grupo. El de los límites difusos.
Así fue como iniciamos el
divorcio. Primero pagué, después se lo inicié y no me acuerdo en qué cumpleaños,
le avisé.
-“Ahhh, había que pagar?”-
-“Y, a vos qué te parece?”-
-“Bueno bueno, no hay problema.
En unos días te hago una transferencia”.-
-“Genial nena. Sin apuro”-
Pasaron pocos días, eso es justo
decirlo.
Me llama. –“En diez minutos,
salgo para hacer unos trámites y de camino te hago el depósito”-
-“Perfecto, MC.”-
Pasa una hora más o menos. Suena
el teléfono. Miro: MC.
-“Oíme, no te pude hacer el
depósito. Porque justo cuando estaba de camino al banco, pasé por un negocio,
ví una cartera que M E E N C A N T Ó!!!
y como la única guita que tenía encima era la tuya, me la gasté en la cartera. No hay drama
no?. En cuanto cobre el mes que viene te juro que lo primero que hago es
separar lo tuyo y lo deposito”-
Como honesta, es honesta. Nada de
mentir ni disfrazar el cuento. Se la patinó nomás.
-“Y, qué le vamos a hacer. Es lo
que hay. La próxima vez, te pido por favor. Si ves una zapatería, cruzá de
vereda”-
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