Llegó al casino y de cansado
nomás, le entregó las llaves al valet parking.
Pasaron un par de horitas y
viendo que la fortuna le era esquiva, antes de tener que vender el auto y
viajar en colectivo, decidió sabiamente retirarse.-
Pero no pensó en que no sólo la semana
no terminaba y no sólo la suerte le iba a ser esquiva esa tarde-noche.
Cuando le entregó el papelito al
chico de los autos, empezó a notar un murmullo a su alrededor. Se miraban unos
a otros, lo miraban unos y otros. Pasados un par de minutos, alguien se acercó
y le pidieron que los acompañara a una oficina. Le ofrecieron un café, whisky, le
acomodaron la silla, faltó que alguno le acomodara el saco.
Con tranquilidad y suavidad le
explicaron que sin querer, el valet parking, corriendo una picada con otro
valet parking, había tenido la mala puntería de incrustar su auto en una
máquina pavimentadora que estaba mal, recalcando la palabra mal, estacionada en
la calle.
H no sabía si llorar, si tirarse
arriba del empleado, si encadenarse a la silla… Finalmente, hizo honor a su
inteligencia.
Con voz tranquila y firme dijo:
-“qué mala puntería pobre valet parking. No hay problema, faltaba más. Yo les
dejo el auto incrustado aquí y usted me entrega un auto alquilado igualito al
mío. Yo me voy a mi casa y el lunes mis abogados y usted conversan tranquilos. No habrá inconveniente alguno en que todos se pongan de acuerdo.”
El empleado del casino no sabía
si festejar, si brindar…. Era demasiado bueno para ser verdad.
Lo que no podía preveer era que
desde ese día en que le entregó el auto alquilado, recién lo pudo bajar a H,
cuatro meses más tarde, 20 cartas documento después, 10 reuniones, un auto
nuevo y varios cheques.!
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