martes, 5 de junio de 2012

La maldición del valet parking. Parte 1

El Sr.H decidió terminar una semana algo atravesada, un viernes a la tarde, jugando a la ruleta. Se fue tranquilo, sin apuro, a ver si la fortuna le sonreía y con algo de suerte, abandonaba la vida de oficinista para dedicarse a otros placeres, en otras latitudes.
Llegó al casino y de cansado nomás, le entregó las llaves al valet parking.
Pasaron un par de horitas y viendo que la fortuna le era esquiva, antes de tener que vender el auto y viajar en colectivo, decidió sabiamente retirarse.-
Pero no pensó en que no sólo la semana no terminaba y no sólo la suerte le iba a ser esquiva esa tarde-noche.
Cuando le entregó el papelito al chico de los autos, empezó a notar un murmullo a su alrededor. Se miraban unos a otros, lo miraban unos y otros. Pasados un par de minutos, alguien se acercó y le pidieron que los acompañara a una oficina. Le ofrecieron un café, whisky, le acomodaron la silla, faltó que alguno le acomodara el saco.
Con tranquilidad y suavidad le explicaron que sin querer, el valet parking, corriendo una picada con otro valet parking, había tenido la mala puntería de incrustar su auto en una máquina pavimentadora que estaba mal, recalcando la palabra mal, estacionada en la calle.
H no sabía si llorar, si tirarse arriba del empleado, si encadenarse a la silla… Finalmente, hizo honor a su inteligencia.
Con voz tranquila y firme dijo: -“qué mala puntería pobre valet parking. No hay problema, faltaba más. Yo les dejo el auto incrustado aquí y usted me entrega un auto alquilado igualito al mío. Yo me voy a mi casa y el lunes mis abogados y usted conversan tranquilos. No habrá inconveniente alguno en que todos se pongan de acuerdo.”
El empleado del casino no sabía si festejar, si brindar…. Era demasiado bueno para ser verdad.
Lo que no podía preveer era que desde ese día en que le entregó el auto alquilado, recién lo pudo bajar a H, cuatro meses más tarde, 20 cartas documento después, 10 reuniones, un auto nuevo y varios cheques.! 


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