martes, 19 de junio de 2012


Hay mujeres a las que da gusto divorciar.

Dentro de lo complicado y comprometido que es un divorcio, hay divorciadas y divorciadas.-
Están las que indefectiblemente se sientan en mi escritorio, saludan y acto seguido, lloran.-
Y están las otras. No lloran, son vengativas, previsoras, calculadores y por sobre todo, inteligentes. No sería justa con ellas si no les reconociera que también, son divertidas.  Por suerte, me he cruzado en mi camino con más de éstas que de las otras.
Este es el caso de M.
Cuando vino a la primera entrevista, me contó resumidamente la situación. Su matrimonio con F estaba en el final. No se hablaban, dormían separados, se ordenaban bastante bien con los chicos. Las cuentas estaban bastante prolijas, aunque F se estaba volviendo más amarrete que lo que M estaba dispuesta a tolerar. Cuenta que llegaba, F se hacía el sota.
Primera inquietud, los alimentos.
-“De qué trabaja F?”- le pregunté.
-“Trabaja aquí y allá, de forma independiente”-
-“Bueno, no es sencillo. Sabés cuánto factura, más o menos, a grandes rasgos, sin mucho detalle?”- le pregunté.
-“Claro, acá te traje fotocopiados los últimos cinco talonarios de facturas de Afip. Están los clientes, los montos, las fechas…”-  
-“Aha. Y decime, sabés cómo es su movimiento bancario?. Digo, sin mucho detalle. Algo así como sus saldos promedios, bancos en los que opera…”- me animé a arriesgar, sin esperar mucho.
-“Claro, acá te traje fotocopiados los últimos diez extractos bancarios, números de cuentas, CBU, resúmenes de tarjeta de crédito, las tarjetas de crédito. No sé qué más te puedo traer, vos decime”-
A esta altura, yo estaba en Disneylandia.-
Pasaron unos días, y apareció en escena la abogada de F. Una mujer mayor, conciliadora, con experiencia.
Nos reunimos. No había mucho que discutir, salvo, por supuesto, la cuota alimentaria.-
Yo no podía revelar mucho de lo que tenía, porque digamos que M se había extralimitado un poco, pero le dí a entender que, con lo que teníamos, podíamos afrontar un juicio de alimentos decente.
Reunión va, reunión viene, planilla va, planilla viene, llegamos a una cifra.
Llegó el día de la mudanza. F quería todo, todo, todo. La cama, la mesa, “unas toallitas y sabanitas, y si es posible, una ollita para cocinarse hoy a la noche” – dijo la abogada.
La llamé a M, que no estaba en casa presenciando la mudanza.
Con cuidado, le hice la lista de deseos de F.
-“Ah, quiere todo??. También quiere la cama??? Decile que no hay problema. Que se la lleve. Pero por favor, que no se olvide de llevarse los dos huevos que se olvidó en la mesita de luz!!!”-
Y así terminaron M y F.

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