Hay mujeres a las que da gusto divorciar.
Dentro de lo complicado y
comprometido que es un divorcio, hay divorciadas y divorciadas.-
Están las que indefectiblemente
se sientan en mi escritorio, saludan y acto seguido, lloran.-
Y están las otras. No lloran, son
vengativas, previsoras, calculadores y por sobre todo, inteligentes. No sería
justa con ellas si no les reconociera que también, son divertidas. Por suerte, me he cruzado en mi camino con más
de éstas que de las otras.
Este es el caso de M.
Cuando vino a la primera
entrevista, me contó resumidamente la situación. Su matrimonio con F estaba en el final.
No se hablaban, dormían separados, se ordenaban bastante bien con los chicos. Las
cuentas estaban bastante prolijas, aunque F se estaba volviendo más amarrete
que lo que M estaba dispuesta a tolerar. Cuenta que llegaba, F se hacía el
sota.
Primera inquietud, los alimentos.
-“De qué trabaja F?”- le pregunté.
-“Trabaja aquí y allá, de forma
independiente”-
-“Bueno, no es sencillo. Sabés cuánto
factura, más o menos, a grandes rasgos, sin mucho detalle?”- le pregunté.
-“Claro, acá te traje fotocopiados
los últimos cinco talonarios de facturas de Afip. Están los clientes, los
montos, las fechas…”-
-“Aha. Y decime, sabés cómo es su
movimiento bancario?. Digo, sin mucho detalle. Algo así como sus saldos
promedios, bancos en los que opera…”- me animé a arriesgar, sin esperar mucho.
-“Claro, acá te traje
fotocopiados los últimos diez extractos bancarios, números de cuentas, CBU, resúmenes
de tarjeta de crédito, las tarjetas de crédito. No sé qué más te puedo traer,
vos decime”-
A esta altura, yo estaba en
Disneylandia.-
Pasaron unos días, y apareció en
escena la abogada de F. Una mujer mayor, conciliadora, con experiencia.
Nos reunimos. No había mucho que
discutir, salvo, por supuesto, la cuota alimentaria.-
Yo no podía revelar mucho de lo
que tenía, porque digamos que M se había extralimitado un poco, pero le dí a
entender que, con lo que teníamos, podíamos afrontar un juicio de alimentos
decente.
Reunión va, reunión viene,
planilla va, planilla viene, llegamos a una cifra.
Llegó el día de la mudanza. F quería todo,
todo, todo. La cama, la mesa, “unas toallitas y sabanitas, y si es posible, una
ollita para cocinarse hoy a la noche” – dijo la abogada.
La llamé a M, que no estaba en
casa presenciando la mudanza.
Con cuidado, le hice la lista de
deseos de F.
-“Ah, quiere todo??. También quiere
la cama??? Decile que no hay problema. Que se la lleve. Pero por favor,
que no se olvide de llevarse los dos huevos que se olvidó en la mesita de
luz!!!”-
Y así terminaron M y F.
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