No sé si hay algo peor que
hacerle el trámite de divorcio a una amiga. Porque una nunca es amiga
únicamente de ella. En la mayoría de las ocasiones, aunque fuera
esporádicamente, compartió un cumpleaños, reunión, comida o velorio con él.
Y aún cuando ella prometa y re
jure que todo viene sin conflicto, eso nunca se mantiene hasta el final del
juicio.
Pero como corresponde, todo esto
lo olvido cuando viene alguna de ellas a contratar mis servicios de
amiga-abogada.
Así me pasó con G. No hacía mucho
que la conocía y tenía como contrapeso, que también lo conocía a F. Y como
siempre, me agarró con el sí fácil.
Así arrancamos. F se había ido
del hogar un par de semanas antes y todo parecía tranquilo. No entré nunca a
preguntar en detalle el motivo de la separación pero G me había adelantado que
hacía tiempo que las cosas no estaban bien.
Un viernes a la noche, G me llama
desde la calle y me dice que la había llamado F para decirle que estaba en
viaje al hogar para pasar el fin de semana con ella. Estaba desesperada. Me
pidió que me juntara con ella y que juntas, fuéramos a su casa porque tenía
miedo de enfrentarse a F ella sola.-
Como nunca puedo pensar antes de
contestar, le dije que sí, que en diez minutos la encontraba y como eso no me alcanzaba
levanté en el camino a D para que todos fuéramos en dulce montón.
La buscamos en la parada del
colectivo, con D al volante (su auto era nuevito). Cuando estábamos por llegar,
G y yo pensamos que lo mejor era ver cuándo el auto de F se aproximara a la
casa, por lo que, para no ser descubiertos,
le indicamos a D que pusiera su auto en unos pastizales que había al
costado del camino. D atinó a resistirse, pero dos a uno le ganaron. Y así
nomás, metió su flamante auto entre los yuyos.
A los cinco minutos, vimos venir
el auto de F. Y partimos atrás.
Llegamos, G abrió la puerta y los
gritos de F empezaron a calentar la noche del viernes. Nos increpaba para que
nos fuéramos y G lloraba para que no la dejáramos sola. D empezaba a
inquietarse y a rascarse la cabeza (mal signo éste último).
La situación no aflojaba y
entonces F acusó a G de habernos contado por qué se había ido. Ella se defendía
jurándole y prometiéndole que nada había dicho. A esa altura, a D y a mí, el
ansia de chimento ya se nos había ido, de modo que ni queríamos saber el motivo
de la separación.
Pero no pudimos evitarlo.
F gritaba cada vez más y entre
tanta histeria gritó a los cuatro vientos: -“yegua, yegua, les contaste a tus
amigos que me fui porque SOY PUTO!!!!”
- “Nooooooo, nooooo, no sabíamos
nada!!!!! No queríamos saber nada!!!! No sigas, ahorranos los detalles por
favor”
Pareció calmarse luego del
desahogo. Yo tenía miedo de que empezara a pintarse los labios y entonces ahí
sí que nos íbamos. Pero hizo algo más eficiente que provocó una huida masiva de
D y mía.
Se paró delante nuestro, los
intrusos, y fríamente dijo:
-“Yo quiero que se vayan, pero
ustedes no se van. Como esta es mi casa, yo en mi casa hago lo que quiero y en
general, ando desnudo.”- Y ahí nomás se bajó los calzones.
Tardamos cinco segundos llegar a
la calle.
Nunca supe si se divorciaron.
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