viernes, 2 de diciembre de 2016

Imaginario popular



Uno puede ser abogado de mil formas distintas. Podés ser abogado, no ejercer y ser docente full time, podés ser abogado interno de una empresa, podés trabajar para el Estado, podés ser abogado y trabajar de cosmetóloga o podés ser como yo. Trabajás de abogada a destajo, agarrás divorcios, quiebras, sucesiones, adopciones. Sos confesora, psicóloga, consejera. Lo que venga.
No por eso estás todo el tiempo contándole a la gente que te rompés el alma para conseguir un cliente, que estás de romance con gente que en ninguna otra circunstancia te bancarías y que llega el día 10 del mes y ya se te empieza a enrular el pelo porque tus cuentas siguen venciendo y tu facturación no crece.
Se ve que los jueces tienen la misma percepción que la mayoría de la gente. Qué problema tienen los abogados. Hacen lo que quieren, manejan sus horarios, cobran según la cara y demás imaginario popular.
Uno de mis clientes, una empresa infractora casi por diversión, ha poblado tribunales de juicios que no paga.
A mí, su humilde servidora, tampoco le paga. No fuera a ser cosa que yo me mal acostumbre
Mi único modo de persuadirla es mostrarle la regulación de honorarios en cada juicio. Normalmente, la regulación es baja así que, defendiendo el pan mío de cada día, apelo a ver si consigo una lastimosa mejora.
Hace poquito, la Cámara del fuero me resolvió, palabras más palabras menos: "está claro que la Dra.XXX está adecuadamente remunerada, atento el cúmulo de expedientes que XXX S.A. tiene en trámite en el fuero, por lo que consideramos que su regulación de honorarios es ajustada a derecho."  Y le faltó decirme: Vaya a llorar a la Iglesia.
Qué les importa a los jueces, si vos te quedás sin dormir laburando, si para tener todos esos juicios y conservar al cliente, casi le vendés el alma al diablo y le sacás horas a tu vida.
Y así como así, me rompió el hechizo y me convirtió en calabaza.
Moraleja: búsquese un mejor cliente.





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