martes, 14 de mayo de 2019

El romance es estacional.


Siempre se me dio bien el romance. Soy una convencida de que la vida se ve mejor si le ponemos una cuota de amorosidad. Lo malo del principio es que lo aplico también a los clientes y termino con el corazón roto y la billetera vacia. No siempre, pero más a menudo de lo que desearía.-
Cuando arranco un expediente, siempre le aporto una cuota de empatía. Y si es de familia, le pongo una cuota extra.
Mi celular está siempre disponible. Tengo seteado para que veas si estoy en línea, la hora de conexión y  si leí el mensaje. Es rarísimo que deje sin contestar. Y si no tengo respuesta, voy de frente y te contesto que me des un rato hasta que pueda darte una.-
Todos los asuntos tienen una línea de tiempo que fluctúa entre la tranquilidad y el vértigo. En las épocas de vértigo, ese cliente llama más de la cuenta, mensajea más de la cuenta y todo, es más de la cuenta. No tengo problema en atenderte en fin de semana o en vacaciones.-
Como todas las relaciones cercanas, pueden llegar a la saturación.
Con ella me pasó algo así.
Los quilombos con su ex eran uno tras otro. No había descanso. Algunos tenian color y otros eran un invento. Pero a todos había que ponerles el pecho.
Entre tanto jaleo, ella pedia más y más. No siempre podía abrirle el parque de diversiones, diría mi amiga L. Cuando estaba abierto, yo era para ella la más piola de todo el condado. Cuando el parque se cerraba, por ejemplo porque quería que en el reclamo de bienes incluyera el departamento de Miami de la ex suegra, yo era la peor burra del planeta.
Cada vez ella pedía más y el parque de diversiones se cerraba más seguido, de modo que un día cambió de abridora y buscó otra abogada.
No padecí mucho la ruptura del romance porque hacía tiempo que me había saturado la paciencia, así que me concentré en ver cómo cobraba mis honorarios.-
La llamo. Los gritos se escuchaban hasta la otra cuadra.
Que no te pienso pagar, que lo que te pagué ya es suficiente, que mi nueva abogada piensa que sos cara, que mi papá es el que paga y no me da más fondos y siguen las firmas.
La paciencia no es mi fuerte, pero ella me la hizo poner en práctica. Un par de años más tarde, el expediente llegó a sentencia y con ella, mi regulación de honorarios. Una miseria, pero regulación al fin.
Le mandé un mail preguntándole como quería pagar y ni me contestó.
Ingrata, pensé. Jamás te dejé un mensaje sin contestar, aún cuando me jodías a cualquier hora y me interrumpías los mejores programas del mundo mundial.
Le embargué la cuenta de banco. Funcionó como el queso al ratón.
Tardó un día en aparecer.
-"Hola, soy T. No puedo creer lo que hiciste?"
-"No te entiendo. Yo no puedo creer lo que vos hiciste y no digo nada."
-"Mirá, no voy a discutir con vos. Te puedo pagar en seis cuotas?"-
-"No."-
-"Sos muy intransigente y cerrada al diálogo"-
-"No."-
Me cortó.
Estaba claro que la posibilidad de cobrarle era baja, porque la cuenta que le embargué es la cuenta de destino de la cuota alimentaria, así que yo sabía mejor que nadie, que tenía poca vida mi victoria.
Claramente, al mes tenía el embargo levantado.
Una noche de insomnio me puse a pensar cómo podía molestarla. Fue una noche en que me sentí como una amante despechada. No me importaba si nos jodíamos las dos. Solo quería hacerle sentir la molestia.
Como la conozco bastante y sé que las apariencias las cuida con celo de gato, pedí en el expediente embargarle los bienes que tuviera en su hermoso departamento de Recoleta. No es más que un circo, pero escandaliza bastante la escena del oficial de justicia entrando a embargar dos sillones, un televisor, las sillas del comedor....
El pedido surtió efecto. Sonó el teléfono.
Fina como nunca, escupió: "Ahí tenés tu guita depositada, yegua".
Nunca disfruté tanto que me dijera yegua!!!





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