Hay clientes que no escarmientan.
Batman es uno de ellos. El
debería saber, a esta altura de los acontecimientos, que si V se le aparece
montada en un par de zapatos rojos de taco aguja, tiene que salir disparado en
la dirección contraria. Porque ya sabemos lo que hace V con los tacos….
Su relación con V es
absolutamente espasmódica. Van y vienen entre conversaciones amables y
situaciones de desquicio en plena calle.
Así fue aquel día.
Batman fue a lo de V, pero,
creyéndose vivo esta vez, la llamó por teléfono y le dijo que bajara.
Como todo cliente valiente, se
dispuso a pelear con V sin bajarse del auto y con el vidrio de la ventanilla
apenas bajo. –“Estrategia genial”- la autodefinió.
Salvo por un detalle que Batman
no tuvo en cuenta: V tenía puestos los tacos colorados.
Desde el primer “Hola” los
acontecimientos empezaron a salirse de cauce. Grito va, grito viene, insulto
va, insulto viene.
Ya los ocasionales testigos
involuntarios empezaban a mirar de reojo
a esta pareja en plena calle y a los gritos. Bah, en plena calle es un decir.
Ella afuera y el, adentro del auto.
Digamos que Batman no es el mejor
exponente de la discusión diplomática. Empieza más o menos bien, y en menos de
dos minutos dejó de lado todas las recomendaciones que su abogada pueda darle.
Si le digo: -“no la amenaces”-
seguro que vuelve con la copia de la denuncia policial por amenazas.
Si le recomiendo –“ni te le
acerques siquiera”- viene con la copia de la denuncia por lesiones.
Y así seguimos….
Pero retomando la historia,
resultó que Batman y V empezaron a pelear cada vez más acaloradamente. Así como
Batman no apela a la diplomacia, V está más loca que una cabra, por lo que la
combinación entre ambos no es exactamente virtuosa.-
V empezó a reclamarle plata,
amor, cariño y más plata. Batman lo último que tiene es plata, así que sólo
podía contestar: -“plata no, amor no sé, cariño…mmm depende si te lo demuestro
en el departamento del tío o en el hotel de acá a la vuelta”-
Y fue entonces cuando V
enloqueció. Así como estaba, de un salto trepó arriba del capot del auto de
Batman.
Tantas veces le clavó el taco
colorado en la chapa, que parecía que lo había agarrado el granizo. No
satisfecha aún, se arrastró hasta el techo del auto y ahí sí, no se privó de
nada. Saltó, lo pisoteó con sus fuerzas más escondidas.
Batman contó trescientas
abolladuras en el techo.
Pero no terminó allí. Se bajó, se
sacó los zapatos y con el zapato en la mano, le rompió todos los vidrios.
A Batman, lo peor que alguien le
puede hacer es tocarle el auto….o pedirle plata.
El chapista le presupuestó una
suma extravagante. Batman le dejó a V el sobre con el presupuesto a ver si ella
colaboraba con algo. V empezó a reirse y todavía no terminó.
No sólo por su victoria, otra vez, le había pegado en donde más le
duele. El bolsillo y el auto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario