miércoles, 4 de julio de 2012

Batman al chapista.



Hay clientes que no escarmientan.
Batman es uno de ellos. El debería saber, a esta altura de los acontecimientos, que si V se le aparece montada en un par de zapatos rojos de taco aguja, tiene que salir disparado en la dirección contraria. Porque ya sabemos lo que hace V con los tacos….
Su relación con V es absolutamente espasmódica. Van y vienen entre conversaciones amables y situaciones de desquicio en plena calle.
Así fue aquel día.
Batman fue a lo de V, pero, creyéndose vivo esta vez, la llamó por teléfono y le dijo que bajara.
Como todo cliente valiente, se dispuso a pelear con V sin bajarse del auto y con el vidrio de la ventanilla apenas bajo. –“Estrategia genial”- la autodefinió.
Salvo por un detalle que Batman no tuvo en cuenta: V tenía puestos los tacos colorados.
Desde el primer “Hola” los acontecimientos empezaron a salirse de cauce. Grito va, grito viene, insulto va, insulto viene.
Ya los ocasionales testigos involuntarios  empezaban a mirar de reojo a esta pareja en plena calle y a los gritos. Bah, en plena calle es un decir. Ella afuera y el, adentro del auto.
Digamos que Batman no es el mejor exponente de la discusión diplomática. Empieza más o menos bien, y en menos de dos minutos dejó de lado todas las recomendaciones que su abogada pueda darle.
Si le digo: -“no la amenaces”- seguro que vuelve con la copia de la denuncia policial por amenazas.
Si le recomiendo –“ni te le acerques siquiera”- viene con la copia de la denuncia por lesiones.
Y así seguimos….
Pero retomando la historia, resultó que Batman y V empezaron a pelear cada vez más acaloradamente. Así como Batman no apela a la diplomacia, V está más loca que una cabra, por lo que la combinación entre ambos no es exactamente virtuosa.-
V empezó a reclamarle plata, amor, cariño y más plata. Batman lo último que tiene es plata, así que sólo podía contestar: -“plata no, amor no sé, cariño…mmm depende si te lo demuestro en el departamento del tío o en el hotel de acá a la vuelta”-
Y fue entonces cuando V enloqueció. Así como estaba, de un salto trepó arriba del capot del auto de Batman.
Tantas veces le clavó el taco colorado en la chapa, que parecía que lo había agarrado el granizo. No satisfecha aún, se arrastró hasta el techo del auto y ahí sí, no se privó de nada. Saltó, lo pisoteó con sus fuerzas más escondidas.
Batman contó trescientas abolladuras en el techo.
Pero no terminó allí. Se bajó, se sacó los zapatos y con el zapato en la mano, le rompió todos los vidrios.
A Batman, lo peor que alguien le puede hacer es tocarle el auto….o pedirle plata.
El chapista le presupuestó una suma extravagante. Batman le dejó a V el sobre con el presupuesto a ver si ella colaboraba con algo. V empezó a reirse y todavía no terminó.
No sólo por su victoria,  otra vez, le había pegado en donde más le duele. El bolsillo y el auto.

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