miércoles, 29 de julio de 2015

La vida en el arbol.




Si tuviera que describir alguna característica mia, seguramente tardaría un rato en ordenarlas pero sin dudar, diría que soy observadora. Suelo ver cosas que la persona que tengo al lado no ve. Detalles, palabras al pasar, cosas que  en algún momento y tamizadas, terminan alimentando este blog.
Hace meses que vengo pateando para adelante el trámite de ir a una compañía de seguros a firmar un acuerdo y retirar un cheque. 
Me propuse como meta que en los días de feria judicial de julio, sí o sí iba a terminar con esa carpeta. No tanto por el chequecito, sino por los llamados infumables de mi cliente. Y si alguien que no es abogado lee esto, va a pensar: "bien ganada se tienen la fama". Está en lo cierto.
Hoy era el día.
Quedé en encontrarme sobre la calle Florida. Lleguè unos minutos temprano, así que me dispuse a esperar. 
Es acá en donde ese rasgo observador y curioso los descubrió. Los arbolitos.
En un radio de unos diez metros, había seis. Persona que pasaba, la fórmula era siempre la misma: "cambio cambio, change, troco, best price, cambio cambio". Cuando quien pasaba era una vieja, viejo o lisiado, la fórmula terminaba ahí. Cuando quien pasaba tenía curvas y seguìa su camino, la fórmula era: "cambio cambio, qué buena que estás, change, dame tu teléfono,  vení que te parto. byeeee cambioooo".
Posé mis sentidos en otro arbolito. Mascaba chicle y comía maní. Casi le pido que me explique cómo hacía.
A los quince minutos de mirar y ver que por más que pusieran toda su energía que captar algún transeúnte, la cosecha era muyyy magra, me acerquè y le dije: -"disculpame, tenés un minuto?"-
-"obvio mami, cuánto querés cambiar?"- 
-"no, nada. Te quería preguntar....... cómo es tu laburo?, cuántas horas estás?, cuántos desprevenidos captás por día?, cuánto ganás?, cuánto te cuesta coimear a la poli?, cuántos laburan acá para la misma cueva?"-
El pibe me miró. Silencio por un minuto, como metiendo en la licuadora la caterva de preguntas que le disparé. Se ve que después venciò el shock y me empezó a contar.  Me dijo que el dueño de la cueva era el hermano, que él manejaba 120 km.por día para trabajar ahí en Florida, que captaba muuuchos más clientes de los que yo me podía imaginar, que hacía un promedio de dos mil dólares por día sólo él, que era sacrificado porque estaba a la intemperie, que los días que llovía se mojaba, que cada tres días tenían operativos de Afip o policía. Que normalmente no tenían problema porque les avisaban antes y que cuando no captaba dólares para cambiar, se levantaba minas para divertirse.
-"Querés tomar un café?"- Me asestó mientras escupía un maní.-
Una pinturita el arbolito. Pero pintoresco y con efectivo en el bolsillo.


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