La audiencia estaba señalada para
un lunes. Tempranito, tempranito.-
“J”, mi cliente y “M” su ex, no tienen, como
decirlo, la mejor de las relaciones.
Un hijo en común casi
adolescente, una cuota alimentaria bastante mezclada, entre sumas atrasadas que
vienen arrastradas y nuevas sumas desde que el Juez la actualizó.
Como “J” no es lo que podemos
llamar, un descollo de virtudes, a saber, chupi, apuestas, caballos, mujeres… y
la lista sigue, el Juez decidió que lo mejor es que el empleador le retenga cada
mes, la cuota de alimentos para el nene. Porque, no nos engañemos, en cuanto
“J” ve un peso, lo patina en la pista más cercana.-
“J” tiene bastante amor al
trabajo, eso también es justo decirlo, de modo que al final del mes, gana más
por horas extras que por las ocho horas reglamentarias.
“M” vive como si se ganara la
lotería el cinco de cada mes. Como es de esperar, ella tampoco es un vergel,
así que destina a su hijo la mitad de lo que “J” aporta y el resto, va todo en
accesorios. Uñas esculpidas, peluquería, ropa, estética....
El día de la audiencia, a las 7 y
media de la mañana, estaba vestida como si viniera del Maipo y hubiera dejado
las plumas en la puerta.
Pelo color rojo rabioso, calzas,
botas de taco altísimo y hasta la rodilla. Labios en llamas, escote al viento.
Apenas la vio, “J” se inquietó.
-“Esta reventada se emperifolla
con mi guita!!! Yo soy el hazme reir de todo el condado.”- Mientras gritaba, se encaminaba a ella.
“M” estaba en exposición y lo
miraba con aire de triunfo. “J” estaba vestido como un harapiento. Un pantalón
más roñoso no tenía para ponerse esa mañana. Es que los clientes piensan que si
van a la audiencia de alimentos vestidos como un mendigo, el juez se va a
apiadar y les va a bajar la
cuota. No entienden que el juez está podrido de ver
personajes desfilar por sus despachos. Por más que vos se los expliques, ellos
van a muerte con su teoría.
Así fue como empezó la mañana. Cuanto él más
se acercaba, los pelos rojos rabiosos de “M” se empezaban a erizar.
-“Me trajiste la ropa del
nene???!!!”- le gritó sin decir buenos días.
-“Claro que te la traje, pero te
la voy a dar ante el juez. Le voy a mostrar los calzoncillos sucios del nene. Roñosa
que sos!!”- no se quedó atrás “J”.
-Qué ropa, qué calzoncillos, qué
juez???? De qué hablan!???- yo no sabía si mi modorra matutina me nublaba el oído.
-“Acá tengo la mochila del nene,
que pasó el fin de semana conmigo. No se la lleva a la casa, porque la madre me
lo manda casi sin nada y yo termino comprando ropa todos los fines de semana. Ahora
la mochila la tengo secuestrada y se la voy a dar delante de Su Señoría. Y voy
a venir cada lunes acá, a Tribunales, a entregar la ropa y a mostrar la mugre
con la que me lo manda”- se enserió “J”.
Despistó, me autocompadecí de mí
misma. Esto es lo que tengo de cliente!!!
El casi no terminó de hablar,
cuando ella se le abalanzó como una serpiente y a los tirones limpios le quiso
arrancar la mochila que él traía agarrada en el brazo.
El resitía y tiraban al mismo
tiempo, a los gritos.
Me despabilé de golpe. Ella no
tenía abogado, así que no había nadie sensato del otro lado.
Al final, me metí entre los dos.
Salomónicamente terminé poniendo
a uno en cada piso. Ella en el piso del tribunal y a él lo mandé al piso de
arriba. Me arrastré como una babosa y le rogué a un pobre abogado madrugador,
que tuvo la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento
equivocado, que me lo retuviera hasta que apareciera el Juez y se hiciera cargo
del entuerto.
-“Flaca, me debés una tonelada de
favores!”- sentenció el abogado ocasional. En esta vida, nada es gratis….