Es sabida mi falta de habilidad
para “catar” personajes. Como los buenos vinos, yo debería ver para donde
perfilan con sólo sacudir la
copa. Es que ya llevo años haciendo esto de ser abogada, y
entonces no me disculpo a mí misma esta falencia que no puedo superar.
De ella derivan situaciones a
veces graciosas, pero otras tantas, ingratas.
Acá, va una de las últimas.-
Una buena tarde, de hace unos dos
meses, suena mi celular con un número que no conocía.
Atiendo y estaba del otro lado,
un amigo de una amiga mía. Me costó entender quién era el que me llamaba, pero
después de algunos detalles, entendí que era un chico al que en los cumpleaños
en casa de mi amiga V había visto en dos o tres ocasiones.
Me cuenta que estaba pensando en
renunciar a su trabajo, pero que se le había ocurrido que quizás, con algún
artilugio legal, podía provocar un despido y así hacerse de unos pesitos no
previstos.
Claro, es posible, le dije.
Esa afirmación fue suficiente
para que en las dos semanas que siguieron, me llamara unas 50 veces, me pidiera
100 consejos legales y me hiciera unas 15 consultas por mail. Todo lo respondí.
Lo guié por los vericuetos de la ley de contrato de trabajo, le marqué algún
curso de acción, le indiqué alguna pauta de comportamiento en su trabajo y todo
lo hice a la mañana temprano, al mediodía o incluso, a medianoche cuando su
ansiedad no podía mantenerse a raya.
Pero así soy yo. Te atiendo, te
escucho, te ayudo, te doy mi humilde sapiencia legal y siempre te haré llegar mi
conocimiento de modo sincero.
Un día, dejó de llamar y de
escribir. Mala señal. Es el síndrome de los que se ganan la lotería.
Como no soy de cargosear, dejé
pasar unas semanas y al ver a mi amiga V, le pregunté si sabía qué había sido
del reclamo de su amigo G.
-“Ahh, el tipo hizo un negocio
animal!!! Lo echaron, cobró toda la guita y ya tiene otro laburo”-
-“Mirá que bien. Se ganó la
lotería!. Por qué no le decís que me llame?”-
Dos días más tarde, suena mi
celular.
-“Hola nena, como estás?. Te pido
disculpas que te colgué. La verdad te re agradezco lo que hiciste. Sin vos no
hubiera visto un mango. Me salió redondo.”-
-“Mirá qué bien!, y decíme, cómo
arreglamos mis honorarios?”-
-“Qué honorarios?. Vos estás en
pedo! Yo no te pienso garpar. Máximo, si querés, te pago un almuerzo. Pero
pagarte?. Noooo, vos me hiciste una gauchada. A los amigos no se les cobra”-
-“Qué gauchada, qué amigo??. Yo
ni te conozco. Te ví en los cumpleaños de V y un buen día ella te dio mi
teléfono y me empezaste a taladrar el oído con tus problemas laborales. De eso
trabajo yo, de hacer que gente como vos, que pensaba renunciar, se haga echar y
cobre plata. O acaso, sin mis directivas, lo hubieras conseguido???”-
-“Vos tenés razón, me diste una
mano grande. Pero te repito, a los amigos se les hacen favores. Mi papá es
médico y un montón de consultas no las cobra”-
-“Y yo qué tengo que ver con tu
papá, la medicina, los resfríos que diagnostica por teléfono???. Los resfriados
no hacen guita con el resfrío!!!!!”-
Y me cortó.
Aprendí algo?. No sé. Espero que
sí.
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